Samhain, día de los finaos o de los difuntos

Y llegó el 31 de octubre una vez más, la noche más oscura del año, no solo porque los días se están acortando para dejar más horas de nocturnidad a la noche, sino porque es un día de celebración de nuestros muertos. Todas las culturas veneran o celebran este acontecimiento, que no es otro que acordarse de nuestros antepasados, de honrar a los ancestros, colocando flores en los cementerios, reuniéndose con la familia para contar las historias por los más ancianos del linaje, que aún con vida, comparten las anécdotas del árbol genealógico. Se les recuerda, se les admira, se les encienden velas para que puedan encontrar el camino de regreso a "Casa". Incluso en algunos lugares se les celebra con la "cena muda" que consiste en colocar un plato con la comida preferida del difunto, si le gustaba también su puro o una copa de coñac, en su caso. Se les invita a la mesa, dejando su silla vacía para que la "ocupe". Aquí en Canarias, de donde soy oriunda se asan castañas, se hacen tortas de calabaza y se toma licor de anís o vino dulce. La muerte es un tema que nos atrae pero que nos da pavor, no la tomamos con naturalidad, sabiendo que a todos nos va a tocar, y que la vida está intrínsecamente unida a la muerte y viceversa. Si el gusano no muere, no puede nacer de la crisálida ataúdica la mariposa. Si la fruta no cae y se pudre, la semilla no puede alcanzar la tierra, para poder enterrarse y brotar. Los humanos vamos evolucionando con la raza, con los nuevos nacimientos, con nuevas oportunidades de crecer en nuevas vidas. Sólo cuando hoy plantas un árbol, lo haces sin esperar que algún día puedas sentarte bajo su sombra, lo haces para que otro se siente en el futuro. Ese es el sentido de la vida y el desapego a ella, siendo valientes a dejar que nuevas generaciones dejen paso a una re-evolución de la humanidad.

La naturaleza también muere cada año. Más bien se duerme profundamente al acercarnos al Samhain, que es así como los llaman en el neopaganismo o la religión wicca o las enseñanzas de la Diosa, en la isla etérica de Avalon, cumpliendo uno de los 8 ciclos que tiene el año. El Samhain es la noche del 31 de octubre, fin de año celta, la energía de la Madre Tierra se va recogiendo de las ramas de los árboles para concentrarse en las raíces, en su vientre. Por eso, se caen las hojas al secarse las ramas, dejando atrás lo viejo para poder renacer en la primavera con más vitalidad, libertad y fertilidad. Los seres humanos nos hemos desnaturalizado de nuestros ciclos naturales. Aunque no seamos capaces de sentirlo, seguro que llegamos a percibir que es una época de interiorización, de parada estratégica, de volver a conectar con tu "vientre", con tu caldero interior, donde se cocina tus luces y tus sombras, para dejar morir aquello que no te sirve en el siguiente viaje, en el año nuevo. Si no nos paramos a pensar en ello, seguro que sí te has dado cuenta que las circunstancias del "afuera" te obligan a parar. Al crecer los minutos de la noche, conectamos en cada tiempo un poco más con nuestra oscuridad, que nos dará la fuerza necesaria para gestar un nuevo ser, para darle a luz el año que entra.

En Avalon se representan 8 diosas, una por cada estación, por cada celebración. La diosa del Samhain es la anciana, es la diosa de la muerte y el renacimiento, es Morrigan, es Hécate, son las guardianas del inframundo, que se les representa con huesos, cuervos, caldero y tijeras. Pues ellas cortan los hilos de la vida para regresar al calor del Hogar y regresar renovados. La Diosa Madre llora la muerte del Dios, pero la Naturaleza no muere del todo, pues en su vientre está la semilla del Dios que nacerá en el solsticio de invierno, el nacimiento del Rey Sol, del Dios Solar, del hijo del Dios.

En mi tierra, he querido conmemorar esta celebración haciendo un taller de las Harimaguadas de la Naturaleza, empezando con el Samhain, que he querido sincretizar con la celebración de los Finados (coloquialmente se dice "finaos"). Porque me apetece volver a conectar con la Naturaleza y sus ciclos, desde mi Sagrado Femenino, desde nuestra sabiduría ancestral, con esta 8 sacerdotisas aborígenes de las islas canarias, pudiendo representar a cada una con una celebración anual cíclica de nuestra Madre Tierra e invitar a todos y todas las que deseen participar.

Las maguadas eran jóvenes aborígenes que ingresaban en unos "conventos" para ser sacerdotisas desde los 8 a 12 años. Las educadoras de estas maguadas se llamaban Hari-maguadas. Se dedicaban a las enseñanzas de la Diosa, el conocimiento de las plantas, a tejer ropa y calzados con los recursos naturales que tenían en aquellos tiempos prehispánicos. También oraban, invocaban a la lluvia, a Magec, la diosa solar, rendían culto a todo lo sagrado de la Naturaleza. Los difuntos eran enterrados en el centro del poblado pues eran importantes su "presencia" para temas que afectaban a toda la tribu, como guerras, cosechas, comercios, etc. Las sacerdotisas y los faycanes pronosticaban con la leche o sangre animal la traducción del oráculo con ayuda de los "dioses" y sus antepasados. Los aborígenes poseían una cultura rica en momificación y ritos funerarios que hemos
perdido después de la conquista hispánica.

Retomando el tema de los difuntos, aquí les dejo mi regalo del taller de las Harimaguadas de la Naturaleza, dedicado a la diosa de la muerte, a la anciana, a la Harimaguada de los Finaos. Disfruten de la fiesta, honren a sus muertos, recuerden a sus ancestros y envíeles luz a sus seres queridos. Feliz reencuentro!

Sirene Ram

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