Buscando la salvación en mi árbol genealógico

Siempre termino a la orilla de una playa en mis momentos de crisis, en un acantilado o simplemente donde puedo respirar el mar, donde las olas con su vaivén me acompañen en mis vaivenes internos, en mis marejadas y en mis calmas. El mar es mi bálsamo, mi remanso de paz. Hoy me acerqué al mar, en un momento de crisis interna, al llegar al paseo de Las Canteras, con la calma del atardecer, me di cuenta que no puedo con todo, que es imposible tanta exigencia conmigo misma, no puedo ser tan generosa ni ser tan caritativa, si debo robarme a mí misma. Dice que la caridad comienza por uno mismo. En una situación crítica, es cuando se caen las vendas de la esperanza, descubriendo la nitidez de la realidad. Una realidad que hay que aceptar con todos sus pros y sus contras para poder sanar cada renglón del libro de nuestra vida, escrito hasta ese momento. Cuando te tropiezas con el shock de la realidad, hay que experimentarla desde la neutralidad, pues las emociones están a flor de piel, sin criterio objetivo. Hay que observarla sin el juez que nos controla, que nos vigila, que nos sentencia y nos condena. Ese que debe estar en algún lugar de la mente negativa. Hay que abrazar la realidad desde la atención al presente, desde el aquí y ahora, desde lo que sentimos, observándonos desde la inocencia, como lo haría un ángel de la guarda o como lo haríamos nosotros a un niño que cae para aprender a caminar, con esa media sonrisa.
Aquí frente al mar, en un atardecer de septiembre, me doy cuenta no solo de la profundidad de la frase “he venido a sanar mi árbol” sino la magnitud que esto representa, del alcance de cada palabra. Tomé consciencia que antes de sanar ninguna rama anterior tenía que sanar la mía, la que yo era. Debía identificar qué emociones del presente no resueltas me llevarían al pasado, a la raíz, a la niñez. Recordé cuando sentí por primera vez el abandono, cuando sentí por primera vez el rechazo, cuando sentí por primera vez que mis llantos y mis gritos de socorro se ahogaban en el silencio, sin ninguna respuesta, sin ninguna salvación.
A lo largo de mi vida, tanto en relaciones de pareja como de amistades, las emociones no resueltas brotaban a la mínima confrontación, desde mi código de interpretación acerca del comportamiento del otro que hasta el momento me resultaba válido, lo hacía culpable de mis desdichas. ¡Era la víctima del cuento! Al pasar los años, tomando la decisión de hacer algo con mi ego, empecé a reconocer que las personas que contenían esas relaciones eran mis verdaderos maestros, mostrándose ante mí como un espejo para reflejar hacia afuera, lo que había guardado en años no resueltos, al tomar consciencia de esta práctica, desperté y me dije: ¡¡Ualá!! Pasé del papel de víctima al de sanadora de mi misma. Al papel de mi propia salvadora. era mi responsabilidad.

Retomando el tema del árbol genealógico, aún me quedan muchas emociones confrontadas que darle luz, pero hoy me doy cuenta que la rama repite la genealogía de su árbol, es pura geometría sagrada, lo hace bajo una proporción áurea, con lo que cambiar el patrón es complicado, pero si tomas conciencia de que todo es perfecto, comienzan a obrar los milagros. En el caso de mi familia materna, las féminas son unas acogedoras natas, adoptantes y salvadoras de todo ser perdido en el mundo. Desde animalitos de 4 patas hasta de dos patas, y no me refiero a las aves, sino aquellos que incluso llegan a vociferar algo así como una ira contenida por su falta de amor propio, tal vez niños abandonados o heridos que no fueron sanados. Me erigí desde niña que no quería ser así, siempre critiqué la forma antigua y patriarcal de educar a la mujer, así que me abanderé en una lucha de no permitir, pero como se dice por estas tierras, la sangre “tira”. Estos días atrás, en el comienzo de mi crisis curativa, reflexioné que si algo de los comportamientos de los demás me está removiendo, algo dentro de mí no va bien… había algo “sin arreglar”. 

En la observación sin juicios de los últimos acontecimientos familiares y personales de convivencia, habían ocurrido algunas consecuencias de la ley universal de causa-efecto. Observé que a pesar de toda la entrega, nunca había un equilibrio en el dar-recibir, en el merecer-ofrecer. Que qué poco nos amamos a nosotros mismos, que nos cuesta recibir, merecer, triunfar. Me vi reflejada en un instante: ¡¡Eureka!! ¡¡Practico el mismo modus operandi de lo que había criticado desde la niñez!! Tengo el mismo comportamiento en mi vida, aunque disfrazado con otras sutilezas, a priori, irreconocibles, pero con los mismos roles, aunque distintos escenarios. Me reconocí no solo porque encuentro animales abandonados, que por supuesto, curo, acojo, vacuno, desparasito, los llevo a casa y los “salvo”, sino porque además me di cuenta de mi rol de salvadora en las relaciones, pero yo no había elegido hombres “malos” ni amistades “malas”, sino todo lo contrario, cariñosas y cariñosos, inofensivos todos, “abandonados”, no escuchados, incomprendidos, pobrecitos… entonces otra venda se me cayó delante de mis narices. ¿Qué delito he cometido para sostener a estas personas y expiar sus culpas? ¿Cuándo me cargué yo esta cruz? ¿En qué desierto elegí ser cordero? ¿Qué obediencia le debo a mi árbol genealógico para continuar con esta absurda tradición?

Algunos de mis sueños suelen ser reveladores,  mi subconsciente me manda señales luminosas para que cuando despierte pueda trabajar esto u otra cosa no resuelta, he aprendido a traducirlo o decodificarlo. Los mismos símbolos que aparecen en ellos, están perfectamente descritos en los libros que he comprado y que están en mi biblioteca. ¡Es tan maravillosa la mente humana! En el proceso de averiguar qué era lo que me había llevado a esta nueva crisis curativa, mencionada al principio de este artículo, había tenido un sueño hace unos días, con un antiguo jefe que tuve en mi trabajo de publicidad, el cual me dio una clave. Cuando trabajábamos allí en aquellos tiempos de mi dormidera, vivíamos una servidumbre a cambio de un sueldo y un puesto de trabajo, me recordaba a los latifundios que estudié en clase de historia en el instituto, pues la manipulación, la rivalidad y un extraño síndrome de Estocolmo laboral, eran el pan de cada día, aun me queda en el cuerpo el temblor de su llamada entrante en el móvil. Bien, en mi sueño lo vi bastante mal, en bancarrota, pasando hambre, desmejorado. En el mismo sueño sentí ¡un incomprensible compromiso de ayudarlo! Al despertar me di cuenta de que repetía este rol familiar, aunque no era mío, pues fue adquirido, lo tenía superintegrado. ¿Cómo me saco esto de mi?

Con el tiempo, las lecturas de autoayuda, las conversaciones con mi amiga análoga Leonor, sus experiencias y las mías compartidas de buena gana, con escucha activa, con corazón viéndonos reflejadas, sacamos conclusiones y herramientas nuevas que nos van ayudando a evolucionar, en este caso elegí la escritura y los decretos, en definitiva, el poder de la palabra.

Con lo que hoy al lado del mar declaro que:

-          Renuncio al contrato de abandono, de abandonar y de ser abandonada.
-          Renuncio a la servidumbre, a la esclavitud y a los trabajos forzados.
-          Renuncio a los contratos familiares pasados, no debo obediencia a sus lecciones ni a su misión. Tengo mis propias lecciones, mi propia misión de vida y puedo llevarlas a cabo desde el Amor y la Libertad.
-        Así mismo libero a mi familia de si hubiera alguna culpa por elegir a sus parejas y de lo que han tenido que pasar para que yo esté aquí. Así mismo me libero a mi misma de estas culpas y de todas las que existen. No existe la culpa sino la responsabilidad de nuestros actos, los cuales asumo con inteligencia emocional y madurez.
-          Estoy agradecida de los padres que elegí para encarnar. Han hecho perfectamente su trabajo, ni más ni menos, soy feliz de estar aquí, de su unión, pues sin esta unión yo no podría haber tenido la oportunidad de experimentar el milagro de la vida, ni la de reconocer mi árbol, ni la de conocer a mi hermano, ni la de cumplir el propósito de mi alma, ni la de evolucionar ni la de sanar.
-          Agradezco a todas mis relaciones, de pareja, de amistades, de familiares, de hermandad, de enemistad, de competitividad, de amor puro, de esencias, de almas gemelas, de naturaleza, de mar, de sol, de las montañas, de los amaneceres y las amanecidas, de todos los atardeceres, de todos los seres vivos, de absolutamente todas las relaciones que existen, pues de cada uno contengo un trocito de lo que Yo Soy.

-          Gracias a todas mis experiencias, mis curiosidades, mis búsquedas, mis errores, mis lecciones, que me llevan a mi único camino, conocerme a mi misma para conocer a Dios Madre/Padre en mí, en todos.
-          Renuncio al rol de salvadora, pues cada uno es el Maestro y el Salvador de sí mismo.

Todo lo que hacemos por los demás sin ser solicitado, se podría traducir como lo que nos gustaría que hicieran con nosotros, "damos" para rellenar nuestras carencias afectivas, las cuales somos incapaces de ver en nosotros mismos. A más entrega, más expectativas, pero pasa todo lo contrario de lo que esperamos de los demás, entonces llegan las decepciones y las tristezas. No hay nada fuera que no refleje tu interior. No hay nada dentro que no se refleje en tu entorno. Somos luciérnagas de colores brillantes, llamando la atención, buscando un Salvador.

Les dejo unos videos acerca de EL ÁRBOL GENEALÓGICO Y LOS NIVELES DE CONCIENCIA
Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa, Metagenealogía. Me consta que es uno de los trabajos que más nos acerca a tomar consciencia de nuestro árbol familiar. Recomiendo su lectura y sus entrevistas.