Rueda Sagrada del Año

En los tiempos primitivos, la naturaleza abrumaba a los antiguos pobladores de las cavernas con lo que empezaron a divinizarlos, creando la magia animista, colocando a cada fuerza natural el nombre de un dios o diosa. Con el tiempo, viendo que eran más importantes los dioses que se encargaban de alimentarlos, pues la madre tierra y el dios de la caza ocuparon el protagonismo. Así el Dios representaba al Sol, a los frutos, al viento, al final del otoño, al invierno, a la cosecha, la caza, la muerte, los tallos, los troncos, el elemento fuego, el elemento aire, en definitiva, a lo masculino: al Cielo, al Padre Divino. La Diosa representaba la Luna, la vida, la fertilidad de la tribu y de los animales, la familia, los ancestros, la primavera, el cultivo, las raíces, las hojas, el elemento agua, el elemento tierra, lo femenino: la Madre Tierra, la Madre Divina.
Nos faltaría el quinto elemento que lo encierra todo: El éter.

En antiguas culturas aborígenes del norte de África, como los bereber, y en posterioridad los canariis, el Sol era Femenino (Magec) y la Luna masculino (Achuguayo). Achamán era el dios del cielo, el dios supremo y Chaxiraxi, la diosa madre.

Con el tiempo, adquirieron conocimientos acerca del movimiento de las estrellas, de la Luna, del Sol, de la repetición de ciclos en un periodo de tiempo, el comportamiento de la naturaleza, de los animales, de la crecida de los ríos, de la pesca, pudieron pronosticar y establecer unos calendarios para preveer el mejor tiempo para la siembra, la reproducción de los animales, la recogida de la cosecha, o para resguardarse del duro invierno y guardar alimentos de reserva. Así nació la Rueda Sagrada del Año.

Las ruedas sagradas fueron utilizadas por los indios americanos, los celtas, los tibetanos y más recientemente los wiccanos.  Su función es honrar las energías de la Tierra en cada estación de año. Muchos sacerdotes, sacerdotisas, chamanes, sanadores utilizan estas energías de la rueda del año para equilibrar y armonizar la relación entre la humanidad y la Madre Tierra.

La Rueda Sagrada del Año consiste en unas ceremonias espirituales basadas en los cambios que experimenta la Naturaleza debido al paso de las estaciones.  Estos 8 festivales solares vienen marcados por la relación entre el Sol y la Tierra y cada uno de ellos tiene asociado uno de los 8 puntos cardinales.
Según esta Rueda Sagrada las cuatro principales direcciones: Norte, Sur, Este y Oeste, se corresponden con los dos solsticios y los dos equinoccios así como con los cuatro elementos: el Norte pertenece al solsticio de invierno y recibe las cualidades del elemento tierra; en el Este se sitúa el equinoccio de primavera al cual se le asigna el elemento aire; el Sur representa el solsticio de verano y su elemento es el fuego y por último el Oeste es el equinoccio de otoño y se le atribuye el elemento agua.
Los otros cuatro festivales se sitúan en el intermedio de cada estación y tienen un periodo de unas siete semanas hasta el próximo cambio de estación.  Estos festivales son llamados por los antiguos paganos como: Imbolc, Beltane, Lammas y Samhain, cuatro festivales de fuego en que el Dios y la Diosa son honrados en el pasado y que se siguen celebrando actualmente.

En la religión Wicca y otras religiones antiguas, los procesos naturales son vistos como un ciclo continuo. El
paso del tiempo es también visto como cíclico y es representado por una rueda o un círculo. La evolución de nacimiento, vida, declinación y muerte, como se experimenta en la vida humana, se repite en la progresión de las estaciones. Lo que es arriba, es abajo. Los wiccanos usan la vida, muerte y renacimiento del Dios y la fertilidad de la Diosa para explicar la evolución de las estaciones y la Rueda Sagrada del Año.

Una historia de amor que se repite cada año entre el Cielo y la Tierra:

Vamos a comenzar recorriendo el año el 1 de noviembre, es el primer día del año celta, y de otras culturas
orientales. Es el día de los Difuntos, de la muerte del Dios (Sol). En este día el Sol termina de apagarse en el hemisferio norte, la noche ha ocupado gran parte de los minutos robando espacio a las horas del día. En este día el velo que separa los vivos de los muertos, se hace más fino, permitiendo la comunicación entre los mundos. Es un día de apertura del portal de entre-mundos, que podría representar a la Escalera de Jacob, puesto que los ángeles bajan a recoger almas o a dejarlas para próximas concepciones, por eso es un buen momento para elevar consciencia y honrar a nuestros muertos. Es un tiempo para encender velas por toda la casa, para alejar a los espíritus involucionados, dejar entrar a los que viven en la luz divina e iluminar a aquellos que están en el camino de regreso al Hogar. Desde el 31 de octubre por la noche se encienden antorchas, con la calabaza evocando el interior de una calavera para espantar a los desencarnados. El Dios ha muerto, y la Diosa (Tierra) queda desolada, helada y sola. Se cubre con un espesor manto frío donde no hay vida, no se puede cultivar, ni crecer ni fertilizar, aumenta las lluvias fruto de los llantos por su amado, hijo y consorte. Pero en su vientre (cueva del portal de Belén) lleva consigo la semilla que el Dios le dejo en su encuentro sagrado en el mes del amor. Es época de alimentarse de las reservas de las cosechas del año, de la cacería, de frutas desecadas, frutos secos, tubérculos, etc. Este es un periodo de introspección, de recogimiento, de interiorización. Reconocer nuestra oscuridad, nuestras sombras para tomar conciencia de ellas, así liberar y sanar. Debemos empezar el año despojándonos de lo que nos pesa, de lo que no nos sirve para aligerar la carga.
La noche reina por completo hasta el nacimiento del Dios en Yule (21 de diciembre) o el Solsticio de Invierno, la Diosa (Madre Tierra) pare al Dios Sol (25 de diciembre, el nacimiento del hijo de Dios). A
partir de este día el niño Sol irá creciendo cada día ocupando más minutos de día acortándose el tiempo de la noche hasta llegar a febrero, con la celebración de Imbolc (1 de febrero- 2/2 Día de la Candelaria) con la llegada del calorcito las heladas van dejando paso a una pre-primavera, la Diosa vuelve a ser doncella Virgen, es su despertar con el calor del fuego del Joven Sol, por ser la chispa de la vida entre el crudo invierno, ella porta la varita de poder con la que hace florecer en los bosques las pequeñas campanillas blancas entre la nieve. También es una época en que nacen los primeros corderos de primavera y empieza a abundar la leche de oveja, esto en una señal de renacimiento dentro del invierno.
En el Equinoccio de Primavera se celebra Ostara (21 de marzo), un periodo de abundancia, riqueza, portadora de Luz, de calor y vida a nuestro planeta. En su estación el día y la noche tienen la misma duración, luz y oscuridad están en perfecto equilibrio, a medida que la primavera va avanzando los días se van convirtiendo en más luminosos y cálidos. Es el momento del año en que empieza la vida, brotan las plantas, florecen las flores y  los animales despiertan de sus letargos. Todos los seres vivos, incluidos los humanos, responden a la llamada de la primavera y empiezan a activarse sexualmente.  El verdor de los campos, los árboles y el colorido de las flores son el manto de la Diosa, cuyos colores principales son el verde y el dorado. El festival de Ostara es caracterizado como la reunión de la Diosa con su consorte, amante e hijo, quien pasó los meses del invierno en la muerte. Otras variaciones incluyen al Dios joven ganando fuerzas después de su nacimiento en Yule y la Diosa retornando a su aspecto de doncella. La Diosa revive, se enamora y hace crecer todo a su paso, plagando de alegría, color, aromas todo el hemisferio norte, las crías de las manadas crecen fuertes, independizándose de sus madres. Todo se
llena de amor, felicidad y pasión. (En esta época coincidiría con la Semana Santa y el domingo de Ramos)
Al llegar el 30 de abril-1 de mayo, se celebra Beltane, el Dios Sol copula con la Diosa Tierra, uniéndose el Cielo y la Tierra de nuevo, aquí le deja la semilla que volverá a renacer en Yule (21 de de diciembre). Es el mes de la pasión, del fuego, de la iluminación. La Diosa doncella pasa a ser Madre y Mujer Madura, el Dios crece en esplendor llegando en su máxima culminación el 21 de junio, el día más largo del año, el Sol está en su plenitud. Es el solsticio de verano (Litha) donde se marca el inicio del verano, pero también el inicio del acortamiento de las noches. En esta fiesta era tradición encender grandes hogueras, para alargar aun más el día más largo del año. Era normal encenderlas en las playas, y saltar por encima de ellas para luego saltar nuevamente al mar, a modo de purificación. Aquí se abre otro portal interdimensional, es un periodo de tres días, como el día de los difuntos (1, 2 y 3 de noviembre el portal queda abierto), aquí sería 21-22 y 23 de junio, por eso la sincretización con la noche de San Juan.

El Sol nos recarga de energía, nos alimenta todos nuestros cuerpos, nuestro espíritu se une al Gran Espíritu,
nos reporta claridad, alegría, vida y luz a nuestras células. Las cosechas van dando sus frutos, las espigas del trigo siguen creciendo queriendo alcanzar al Sol, llega la recogida de la primera cosecha, el 1 de agosto, la celebración de Lughnasadh (o Lammas), los campos están pardos, preparados para ser sesgados y recogidos, el olor a pan es característico de este festejo de la primera cosecha. A partir de aquí el Dios empieza a madurar, la Diosa también va pasando de Mujer Madura a Anciana Sabia, se empieza a guardar, se agradece al Dios por la cosecha, por las bendiciones y por los frutos maduros. Agradecemos lo bueno y lo no tan bueno recibido en este periodo, es nuestra cosecha personal también, es el tiempo de ocio para recargarnos las pilas, reflexionar con la mirada puesta a los nuevos objetivos. Al llegar al 21 de septiembre, el día se vuelve a igualar a la noche, el Dios envejece, los árboles se despojan de sus hojas caducas, así como nosotros debemos hacer balance y desprendernos de lo que no nos sirve para seguir el camino. Ha llegado el Otoño o Mabon, última festividad celta, donde indicaba el momento de la última cosecha de los campos, las últimas recolecciones antes del inicio del frio. Algunos frutos se desecan, se hacen mermeladas, encurtidos, vinagretas para guardar para el invierno. La noche va adquiriendo territorio y horas del día, acabando con la muerte del Dios en Samhain (31 de octubre-1 de noviembre) Con la última recogida de tubérculos, legumbres y hortalizas, como la calabaza y las castañas, se celebra la noche de los Difuntos, o el fin de año celta. El Dios muere y la Diosa se retira al mundo de Hades con su semilla en su vientre, y vuelta a empezar la Rueda del año, donde todo lo que siembras se recoge. Donde todo nace, se desarrolla, muere y renace.

Sirene Ram
Formadora esotérica
Terapeuta energética
Simpatizante de la cultura wicca y de la Señora de Avalon.

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