Aquí frente al mar, en un atardecer de septiembre, me doy cuenta no solo de la
profundidad de la frase “he venido a sanar mi árbol” sino la magnitud que esto
representa, del alcance de cada palabra. Tomé consciencia que antes de sanar
ninguna rama anterior tenía que sanar la mía, la que yo era. Debía identificar
qué emociones del presente no resueltas me llevarían al pasado, a la raíz, a la
niñez. Recordé cuando sentí por primera vez el abandono, cuando sentí por
primera vez el rechazo, cuando sentí por primera vez que mis llantos y mis
gritos de socorro se ahogaban en el silencio, sin ninguna respuesta, sin
ninguna salvación.
A lo largo de mi vida, tanto en relaciones de pareja como de
amistades, las emociones no resueltas brotaban a la mínima confrontación, desde
mi código de interpretación acerca del comportamiento del otro que hasta el
momento me resultaba válido, lo hacía culpable de mis desdichas. ¡Era la víctima del
cuento! Al pasar los años, tomando la decisión de hacer algo con mi ego, empecé
a reconocer que las personas que contenían esas relaciones eran mis verdaderos
maestros, mostrándose ante mí como un espejo para reflejar hacia afuera, lo que
había guardado en años no resueltos, al tomar consciencia de esta práctica, desperté
y me dije: ¡¡Ualá!! Pasé del papel de víctima al de sanadora de mi misma. Al
papel de mi propia salvadora. era mi responsabilidad.
Retomando el tema del árbol genealógico, aún me quedan
muchas emociones confrontadas que darle luz, pero hoy me doy cuenta que la rama repite la genealogía de su árbol, es pura geometría sagrada,
lo hace bajo una proporción áurea, con lo que cambiar el patrón es complicado,
pero si tomas conciencia de que todo es perfecto, comienzan a obrar los
milagros. En el caso de mi familia materna, las féminas son unas acogedoras
natas, adoptantes y salvadoras de todo ser perdido en el mundo. Desde
animalitos de 4 patas hasta de dos patas, y no me refiero a las aves, sino
aquellos que incluso llegan a vociferar algo así como una ira contenida por su
falta de amor propio, tal vez niños abandonados o heridos que no fueron sanados. Me erigí desde
niña que no quería ser así, siempre critiqué la forma antigua y patriarcal de
educar a la mujer, así que me abanderé en una lucha de no permitir, pero como
se dice por estas tierras, la sangre “tira”. Estos días atrás, en el comienzo
de mi crisis curativa, reflexioné que si algo de los comportamientos de los
demás me está removiendo, algo dentro de mí no va bien… había algo “sin arreglar”.
En
la observación sin juicios de los últimos acontecimientos familiares y personales
de convivencia, habían ocurrido algunas consecuencias de la ley universal de
causa-efecto. Observé que a pesar de toda la entrega, nunca había un equilibrio
en el dar-recibir, en el merecer-ofrecer. Que qué poco nos amamos a nosotros
mismos, que nos cuesta recibir, merecer, triunfar. Me vi reflejada en un
instante: ¡¡Eureka!! ¡¡Practico el mismo modus operandi de lo que había
criticado desde la niñez!! Tengo el mismo comportamiento en mi vida, aunque
disfrazado con otras sutilezas, a priori, irreconocibles, pero con los mismos roles, aunque distintos
escenarios. Me reconocí no solo porque encuentro animales abandonados, que por
supuesto, curo, acojo, vacuno, desparasito, los llevo a casa y los “salvo”,
sino porque además me di cuenta de mi rol de salvadora en las relaciones, pero
yo no había elegido hombres “malos” ni amistades “malas”, sino todo lo
contrario, cariñosas y cariñosos, inofensivos todos, “abandonados”, no
escuchados, incomprendidos, pobrecitos… entonces otra venda se me cayó delante
de mis narices. ¿Qué delito he cometido para sostener a estas personas y expiar
sus culpas? ¿Cuándo me cargué yo esta cruz? ¿En qué desierto elegí ser cordero?
¿Qué obediencia le debo a mi árbol genealógico para continuar con esta absurda
tradición?
Algunos de mis sueños suelen ser reveladores, mi subconsciente me manda señales luminosas
para que cuando despierte pueda trabajar esto u otra cosa no resuelta, he
aprendido a traducirlo o decodificarlo. Los mismos símbolos que aparecen en
ellos, están perfectamente descritos en los libros que he comprado y que están
en mi biblioteca. ¡Es tan maravillosa la mente humana! En el proceso de averiguar
qué era lo que me había llevado a esta nueva crisis curativa, mencionada al
principio de este artículo, había tenido un sueño hace unos días, con un antiguo
jefe que tuve en mi trabajo de publicidad, el cual me dio una clave. Cuando trabajábamos
allí en aquellos tiempos de mi dormidera, vivíamos una servidumbre a cambio de
un sueldo y un puesto de trabajo, me recordaba a los latifundios que estudié en
clase de historia en el instituto, pues la manipulación, la rivalidad y un
extraño síndrome de Estocolmo laboral, eran el pan de cada día, aun me queda en
el cuerpo el temblor de su llamada entrante en el móvil. Bien, en mi sueño lo
vi bastante mal, en bancarrota, pasando hambre, desmejorado. En el mismo sueño sentí ¡un
incomprensible compromiso de ayudarlo! Al despertar me di cuenta de que repetía
este rol familiar, aunque no era mío, pues fue adquirido, lo tenía superintegrado.
¿Cómo me saco esto de mi?
Con el tiempo, las lecturas de autoayuda, las conversaciones
con mi amiga análoga Leonor, sus experiencias y las mías compartidas de buena
gana, con escucha activa, con corazón viéndonos reflejadas, sacamos conclusiones y
herramientas nuevas que nos van ayudando a evolucionar, en este caso elegí la escritura y los decretos, en definitiva, el poder de la palabra.
Con lo que hoy al lado del mar declaro que:
-
Renuncio al contrato de abandono, de abandonar y
de ser abandonada.
-
Renuncio a la servidumbre, a la esclavitud y a los
trabajos forzados.
-
Renuncio a los contratos familiares pasados, no debo
obediencia a sus lecciones ni a su misión. Tengo mis propias lecciones, mi propia misión de vida y puedo
llevarlas a cabo desde el Amor y la Libertad.
- Así mismo libero a mi familia de si hubiera alguna culpa por elegir a
sus parejas y de lo que han tenido que pasar para que yo esté aquí. Así mismo
me libero a mi misma de estas culpas y de todas las que existen. No existe la
culpa sino la responsabilidad de nuestros actos, los cuales asumo con
inteligencia emocional y madurez.
-
Estoy agradecida de los padres que elegí para
encarnar. Han hecho perfectamente su trabajo, ni más ni menos, soy feliz de
estar aquí, de su unión, pues sin esta unión yo no podría haber tenido la
oportunidad de experimentar el milagro de la vida, ni la de reconocer mi
árbol, ni la de conocer a mi hermano, ni la de cumplir el propósito de mi alma, ni la
de evolucionar ni la de sanar.
-
Agradezco a todas mis relaciones, de pareja, de
amistades, de familiares, de hermandad, de enemistad, de competitividad, de
amor puro, de esencias, de almas gemelas, de naturaleza, de mar, de sol, de las
montañas, de los amaneceres y las amanecidas, de todos los atardeceres, de todos los seres vivos, de
absolutamente todas las relaciones que existen, pues de cada uno contengo un trocito de lo
que Yo Soy.
-
Gracias a todas mis experiencias, mis
curiosidades, mis búsquedas, mis errores, mis lecciones, que me llevan a mi
único camino, conocerme a mi misma para conocer a Dios Madre/Padre en mí, en
todos.
- Renuncio al rol de salvadora, pues cada uno es
el Maestro y el Salvador de sí mismo.
Todo lo que hacemos por los demás
sin ser solicitado, se podría traducir como lo que nos gustaría que hicieran
con nosotros, "damos" para rellenar nuestras carencias afectivas, las cuales
somos incapaces de ver en nosotros mismos. A más entrega, más expectativas, pero
pasa todo lo contrario de lo que esperamos de los demás, entonces llegan las
decepciones y las tristezas. No hay nada fuera que no refleje tu interior. No
hay nada dentro que no se refleje en tu entorno. Somos luciérnagas de colores brillantes,
llamando la atención, buscando un Salvador.
Les dejo unos videos acerca de EL ÁRBOL GENEALÓGICO Y LOS NIVELES DE CONCIENCIA
Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa, Metagenealogía. Me consta que es uno de los trabajos que más nos acerca a tomar consciencia de nuestro árbol familiar. Recomiendo su lectura y sus entrevistas.
EL ÁRBOL GENEALÓGICO Y LOS NIVELES DE CONCIENCIA y
SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL ÁRBOL. Alejandro Jodorowsky y Marianne Cossta en "Metagenealogía"
SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL ÁRBOL. Alejandro Jodorowsky y Marianne Cossta en "Metagenealogía"
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